Acaba un mundial, empieza otro mundial. Un sólo día después, la competición, renace de sus cenizas cual ave Fénix y comienza a rodar de nuevo.
Personalmente, a mi es como más me gustan las motos, de negro carbono pretemporada. Y como más disfruto al ver a ingenieros, pilotos y mecánicos peleando contra el crono e intentando mejorar una moto sin referencias de la competencia (cuando son entrenamientos privados).
Todo empieza para unos y continúa para otros. Nuevo sistema de trabajo, nueva montura, acoplar parámetros, ajustar posición de conducción…
Algunos estrenan equipo, mono, casco, motos, equipo, todo.
Otros sin embargo tienen mucho trabajo adelantado al haber pasado parte del final de la temporada anterior preparando el comienzo de la siguiente.
También es tiempo de jornadas de pruebas para periodistas/prensa o invitados especiales que en ocasiones suelen ser pilotos de otras especialidades o hasta campeones de cilindradas inferiores que reciben ese premio como agradecimiento.
Y como no, también sirve para meter máxima presión a los que ya están, sobre cómo lo harán los novatos con las nuevas monturas.
Y así es siempre, en todas las competiciones. Acaba una temporada y ya estamos pensando en cómo lo harán los nuevos y si estarán a la altura.
Además, a mi casi que me gusta más la pretemporada. O por lo menos me gusta más ver como mejoran los tiempos poco a poco y avanzan en su desarrollo y como se adaptan a los nuevos neumáticos.
De entre todas las pretemporadas, hubo una en especial que fue muy sonada, la última de Álex Crivillé en la que sin avisar y con un halo de misterio, abandonó el equipo Yamaha de Luis D´Antin dejando al mismo equipo sin capacidad de reacción y sin viabilidad para el proyecto.
¿Algún día sabremos realmente que pasó en esa pretemporada para que todo se viniera abajo?
Porque la excusa de los mareos que Álex sufría por la presión de ser campeón y no obtener resultados no valió ¿o si?.